Alimentar nuestra felicidad a través de la dieta mediterránea incluyendo algunas dosis de actividad física, no solo beneficia al organismo sino también la salud mental.
Hace un tiempo se publicó un estudio que ratificaba que el hecho de llevar un buen estilo de vida, saludable ante todo, podría modificar la genética. Es decir, aquellos cambios positivos que los humanos hacen en el estilo de vida pueden conllevar a una repercusión en la longitud de los telómeros.
Un estudio interesante para la mayoría de los humanos. Aunque por todos es sabido la relevancia de la buena alimentación condimentada con dosis de ejercicio para una buena salud física, los expertos advierten que estos dos grandes pasos no solo ayudan a disfrutar de un excelente estado físico, sino también a una buena salud mental.
Asimimo, los expertos defienden la validez que tiene la dieta mediterránea y la actividad física para mantener sana nuestra mente ya que ayuda a blindar nuestro cerebro contra la depresión, el estrés, la ansiedad o los trastornos del ánimo. Por ellos es recomendable llevar a rajatabla la dieta mediterránea que se encarga, además, de alimentar la felicidad.
El Plan Integral para la Actividad Física y el Deporte del Consejo Superior de Deportes resume la importancia de decir adiós a la pereza para mantener la salud mental. «El ejercicio mejora la salud mental, actuando sobre la ansiedad, el insomnio y los trastornos del ánimo. La autodisciplina que impone la práctica regular de ejercicio puede llevar al sujeto a experimentar una mayor sensación de control sobre su vida”, explica.
Los expertos añaden que una buena actividad física no solo ayudaría al organismo, sino que además el cerebro se vería beneficiado. A través de una molécula llamada irisina, que se produce al hacer ejercicio, los científicos señalan que la salud del cerebro se vería beneficiada ya que tiene efectos neuroprotectores.
A través de un experimento, los expertos lograron aumentar artificialmente los niveles de irisina en la sangre para activar los genes que participan en el aprendizaje y la memoria, un hallazgo que puede ser útil para diseñar fármacos que usen dicha molécula para proteger de enfermedades neurodegenerativas.
De esta manera, se apoyan en los beneficios que produce el ejercicio para mejorar la función cognitiva y disminuir los síntomas de las enfermedades neurológicas como pueden ser la depresión, los derrames cerebrales o la enfermedad de Alzheimer. “La irisina y otra molécula llamada FNDC5, se elevan a través de la práctica de ejercicio de resistencia en el cerebro y aumentan la expresión de BDNF”, explicaron los expertos.