Las personas felices son más creativas, ricas y sanas que las que no lo son, pero la felicidad por acontecimientos como contraer matrimonio o recibir un aumento salarial tiene fecha de caducidad, máximo dos años, aseguró en Buenos Aires la psicóloga social Sonja Lyubomirsky.
Según Lyubomirsky, los seres humanos tenemos una gran capacidad de «adaptación hedonista», que consiste en acostumbrarse a todo lo positivo que nos ocurre.
«La felicidad provocada por estos eventos suele expandirse por algún tiempo, la ciencia calcula un máximo de dos años, después la felicidad disminuye y se tiene que buscar otro estímulo que vuelva a dispararla», afirmó la psicóloga.
Esa adaptación permite explicar también, según Lyubomirsky, los resultados de un estudio que reveló que las personas que expresan agradecimiento una vez a la semana son más felices que las que dan las gracias frecuentemente.
«Cuando se agradece tantas veces a la semana parece que se vuelve un hábito y entonces ya no te sientes tan feliz», dijo la experta.
La especialista defendió que la felicidad tiene grandes beneficios para la salud, entre ellos la mejora del sistema inmunológico y una mayor resistencia al estrés y al trauma.
Las ventajas de ser una persona feliz se extienden también al ámbito laboral y al afectivo, opinó Lyubomirsky al señalar que quienes gozan de esa característica tienen mejores trabajos y sueldos, son más productivos y creativos y tienen más amigos, apoyo social y más posibilidades de casarse y tener buenos matrimonios.
De acuerdo con sus investigaciones, que le han valido un Premio Templeton de Psicología Positiva y una beca del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, «las personas que se denominan a sí mismas felices son también las más activas».
Realizar actividad física y hacerlo motivado y no por obligación, mejora nuestra felicidad, pero esta tiene también una fuerte base genética, advirtió Lyubomirsky.
«Nacemos con una predisposición hacia la felicidad, uno puede tener por ejemplo varios hijos y observar que algunos son más naturalmente felices que otros», apuntó.
«La genética determina la felicidad en un 50%; sin embargo, además del 10% que juegan las circunstancias externas o el contexto, un 40% de nuestra felicidad está determinada por actividades intencionales, acciones que llevamos adelante intencionalmente para sentirnos más felices», detalló.
Conocidos estos porcentajes, la experta invitó a fijarse objetivos que queremos conseguir y centrarse en ese 40% que está en nuestras manos para conseguir la tan anhelada felicidad y los múltiples beneficios asociados a ella.
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