El estado mental, social y espiritual también determina llevar un estilo de vida saludable

Llevar un estilo de vida saludable no solo depende de llevar una dieta equilibrada y mantener una vida activa, además se debe complementar con un buen estado mental, social, espiritual y de confort físico, destaca el presidente de Fundación Española de la Nutrición (FEN), Gregorio Varela, quien recuerda que “el concepto de salud es global”.

si-eres-feliz-tus-genes-lo-notan-pnTantos condicionantes llevan a preguntarse si un estilo de vida saludable es un bien inalcanzable, más teniendo en cuenta los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que señala que cada año mueren más de 36 millones de personas por enfermedades crónicas no transmisibles, como las cardíacas, las respiratorias, el cáncer, y la diabetes, causadas en gran medida por mantener hábitos de vida incorrectos.

Según explica a Europa Press, es posible conseguir llevar un estado de vida saludable aunque, y a tenor de los datos anteriores, es trabajoso adaptarse a unos buenos hábitos si se tiene en cuenta que los “factores sociales están influyendo en nuestros hábitos alimentarios de forma muy significativa”.

“Es complicado”, admite, sin embargo dentro del estilo de vida saludable los dos principales componentes clave, en los que la población debe centrarse, son llevar una dieta sana y vida activa. Para llegar a ello, el experto invita a reflexionar sobre la importancia de plantearse ser autónomo en las decisiones que pueden afectar a la salud.

“En la mayoría de las ocasiones deberíamos ser capaces de elegir nosotros nuestra alimentación, los alimentos que vamos a consumir, porque es un determinante muy importante en el estilo de vida saludable y quizá no le dediquemos la atención o el tiempo suficiente”, señala como ejemplo, ya que lo mismo ocurre con el ejercicio y el sendentarismo, donde existe en la población conciencia de lo que se hace o no se hace para llevar una vida activa.

“En muchas ocasiones no pararnos a esa reflexión personal nos lleva a creencias erróneas y a mitos, y eso se paga porque nos dificulta adoptar estilos de vida saludable”, añade, al tiempo que recuerda que además existe una tendencia en gran parte de la población de pensar que las consecuencias de mantener hábitos negativos “a mi no me van a pasar”, además de cierta pereza ya que “para seguir un estilo de vida saludable hay que romper con la tendencia contraria”.

En cuanto a los hábitos psicológicos, éstos no deciden que una vida sea saludable pero sí la definen, ya que sentimientos negativos como la culpabilidad y trastornos como la ansiedad o el estrés, complican la adaptación a una vida más saludable. “Esta población tiende a romper con los estilos de vida saludable, y, por tanto, modifica sus hábitos alimentarios, con tendencia a no tener una vida activa, a tener un consumo excesivo de fármacos y a un abuso de alcohol”, explica.

CLAVES DE LA SITUACIÓN

Este experto, que ha participado en un simposio organizado por ANFABRA dentro del XX Congreso Internacional de Nutrición que se celebra en Granada, entiende que cualquier cambio debe partir de uno mismo, pero todos los agentes sociales, al igual que la Administración, deben aportar valor para que se produzca es cambio.

Así, destaca el hecho de que cada vez desde el sector empresarial se estén empezando a incorporar patrones de intervención que impulsan una vida sana entre los trabajadores, con iniciativos de apoyo a la conciliación, jornadas de información, medidas que evitan el estrés en el trabajador, etc.

Sin embargo quizá es la familia, que “es la que antes trasmitía los valores de alimentación y actividad física”, donde puede estar fallando la educación de valores relacionados con estilos de vida saludable. En este caso Varela lanza la pregunta sobre quién debe ser el que trasmita.

En lo que respecta a la alimentación, se lamenta de que “un 10 por ciento de las cenas se hacen en un sofá mirando la televisión o cualquier otro aparato; lamentablemente ya no centramos la atención en lo que es el plato y las raciones o en la sensación de saciedad”.

Además, “ya no se comparte la comida”, añade, recordando que ahora el metro, un parque, la habitación o el puesto de trabajo, entre muchos otros, han remplazado el comedor o la mesa de la cocina donde se comía siempre en familia.

Por otra parte, destaca la existencia de una población que sobreestima la actividad física que se realiza, así como de alimentos saludables que consume. “Según muestran las encuentas solemos decir que hacemos más ejercicio del que realizamos, lo que sobre todo se produce en personas que llevan un estilo de vida peor”, del mismo modo, “ante ciertos grupos de alimentos, como frutas y verduras, se suele tender a una sobre-estimación de su consumo”.

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