El descenso de la temperatura requiere mayor consumo de energía para mantener el centro cerebral de regulación térmica. Además, ese mayor gasto energético es uno de los factores que influyen en el descenso de la capacidad de defensa frente a los gérmenes. El tiempo húmedo y templado es propicio para el desarrollo de muchos virus y bacterias que aumentan el peligro de infecciones, especialmente del aparato respiratorio.
Cuando empieza a descender la temperatura y sumado al cambio horario que acorta los días, se toma conciencia que ha llegado el fin del verano. El otoño es una estación de tránsito en la que el organismo debe ir realizando adaptaciones de diferente tipo.
Existen factores típicos del otoño que producen reagudización de síntomas (congestión y obstrucción nasal, lagrimeo, estornudos, secreción nasal acuosa, tos y crisis de asma).
La llegada del frío afecta e irrita las vías respiratorias, modificando su funcionamiento y haciéndolas más susceptibles a las infecciones, particularmente las virosis, que proliferan en el otoño. La infecciones virósicas y el frío producen cambios en las condiciones locales de las mucosas respiratorias y en el sistema inmunológico que «activan» o «reactivan» la alergia. Por ello, un resfrío o una gripe pueden desencadenar una crisis de asma bronquial.
Con el descenso de la temperatura se cierran las ventanas y entonces los interiores de las casas están poco ventilados, lo que sumado al aumento en las condiciones de humedad, hace que los alergenos de interior, tales como los ácaros y también los hongos, aumenten sus concentraciones y contribuyan a desencadenar las crisis de alergias respiratorias.
La mejor opción de prepararse para los problemas otoñales es mantener una dieta equilibrada. Es el momento de ir incluyendo en nuestra dieta los platos de cuchara: cazuelas, sopas, legumbres. También debemos mantener un adecuado aporte de carnes magras.
Dentro de las frutas y verduras la naturaleza ofrece las de color amarillo-naranja. Es la época de los cítricos: naranjas, mandarinas y pomelos son las mejores fuentes de vitamina C, de amplio y conocido papel antiinfeccioso.
La ingesta de lácteos permite compensar el descenso de la síntesis de la vitamina D en el organismo. Yogures, quesos frescos y todo tipo de derivados lácteos son un buen complemento para la dieta ya que, además de su riqueza en calcio, aportan prebióticos, proteínas -de gran importancia a la hora de la reconstrucción celular- y lactosa.
La miel, además de aportar calorías de utilización rápida por su contenido en hidratos de carbono, es rica en jalea real -que aumenta el tono vital- y en própolis, el antibiótico natural de las colmenas, por lo que conviene incluir una pequeña cantidad diaria en la dieta preventiva.
Es también una buena costumbre tomar infusiones después de las comidas, no sólo para ayudar a hacer una digestión que va a ser más pesada con los cambios de alimentación otoñal sino porque, como veremos, tienen también efectos preventivos y curativos frente a infecciones y problemas gástricos.
Respecto a los hábitos de actividad física es muy importante mantenerlos, en la medida de lo posible al aire libre y cuando la temperatura no lo permita es conveniente buscar algún gimnasio cercano que permita mantener una actividad física moderada.
En cuanto a la vestimenta es habitual que en el mismo día haya una amplia variación en la temperatura e incluso lluvia cuando nadie lo espera. Lo mejor es estar “preparados” con campera o sacos finos que ocupen poco lugar.
La prevención empieza por casa
El primer contacto con los agentes alergenos suele darse en el hogar, por ejemplo con la presencia del polvo ambiental, las mascotas, los ácaros y hongos. A eso se suman los hábitos domésticos ante el frío (cierre de ventanas, etc).
Las recomendaciones para prevenir y atenuar los efectos del otoño en las personas alérgicas son:
Ventilar la casa todo lo posible, no «clausurar» las ventanas por el frío.
Limpiar más cuidadosamente y con frecuencia los ambientes en que la persona alérgica pasa muchas horas, para disminuir la acumulación de polvo y la proliferación de ácaros y hongos.
Evitar las aglomeraciones en los espacios cerrados y poco ventilados, por la expansión de las virosis respiratorias.
Puede ser conveniente la aplicación de las vacunas antigripales y antineumocóccica, pero si se trata de niños, es indispensable la consulta al pediatra.
Ante la aparición de síntomas respiratorios, es indispensable la consulta en forma inmediata, para evitar la progresión que conduce a cuadros severos y potencialmente graves.
Fuentes:
Dra. María Dutra (suat.com.uy)
Centro de Diagnóstico Dr. Enrique Rossi
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